En los casi ¡dieciocho meses! que separan esta entrada de la anterior he estado involucrada en un proyecto profesional muy absorbente.
Ha concluido con éxito y, antes de volver con las nuevas entradas que tengo en mente, me gustaría compartir algunas de las cosas que he aprendido durante este tiempo.
Os confieso que soy fan incondicional de los MOOC (cursos en línea masivos y abiertos en su traducción al español). Si te gusta aprender y tienes algo de tiempo y ganas, los MOOC son ideales para expandir tu conocimiento. ¿Sabes por qué estoy encantada con esta forma de enseñanza?
A todos se nos llena la boca cuando explicamos la necesidad de documentar nuestros proyectos. Y es un hecho: nos desesperamos cuando la documentación brilla por su ausencia, por su mala redacción, su inexactitud o su dispersión. Algo de lo que ya hemos hablado, pero una de las cosas que suelen pasarse por alto es, ¿qué hacer cuando sí hay documentación?
Venga, confiésate conmigo, ¿cuántas veces nos hemos quejado por la falta de documentación de un proyecto? ¿Cuántas veces hemos clamado al cielo porque “alguien” no había documentado correctamente los pasos, los procesos o lo que fuera…? ¿No crees qué es una de las quejas comunes en cualquier ámbito? Y si tenemos tan claro la utilidad de la documentación, ¿por qué nos cuesta tanto?
El otro día fui a hacer deporte por la tarde, y al entrar al recinto una mujer de unos sesenta años me abordó con cara de desesperación y un móvil de última generación en la mano. Me detuvo con mucha educación y con voz dulce me preguntó si le podría ayudar y sin dejarme responder, miró el móvil que yo estaba guardando en mi bolso y me dijo, sí, tú seguro que lo sabes.
¿Crees que puedes hacer varias cosas a la vez? ¿En serio? ¿Puedes? Si estás convencido de que la tecnología te otorga esta capacidad, entonces quizás estés enganchado al fast management.
Eso es lo que me preguntó en su día el director general de una empresa en la primera entrevista que tuvimos tras contratarme. La verdad es que con la edad que tenía entonces su pregunta me chocó un poco porque si estaba allí con él era porque ya había decidido (años atrás) qué quería ser. O eso pensé en aquel momento. Pero, es cierto que es una pregunta crucial sin importar la edad a la que nos la formulen.
A mis alumnos, cuando daba clases particulares, siempre les decía que si no entendían el enunciado no iban a poder resolver los problemas. Los ejercicios a los que se enfrentaban, aunque fueran de matemáticas, implicaban leer los requisitos, los pasos previos y el contexto de la actividad. Han pasado muchos años de aquellas tardes repletas de clases pero cada día me doy cuenta de que en nuestra vida cotidiana nuestros “ejercicios y enunciados” residen en el mundo de lo verbal, de aquello que nos cuentan los demás. ¿Qué tiene que ver esto en el mundo tecnológico en el que me muevo?
Un par de años antes de terminar la carrera de Física, comencé a colaborar en el Departamento de Física teórica, atómica y óptica de la Universidad de Valladolid. Trabajé en un proyecto biosanitario para medir el scattering que se producía tras realizar operaciones de miopía en las córneas.
Una de las tradiciones estadounidenses que me llama siempre la atención es el Día de Acción de Gracias. Y como precisamente ha sido hoy, he decidido unirme de alguna manera a esta tradición (pavo aparte) y hacer una revisión profesional de aquello por lo que puedo dar gracias.
Recuerdo que hace unos años me preguntaron en la entrevista previa para un nuevo puesto de trabajo: “¿Volverías a trabajar con los que han sido tus compañeros hasta ahora?”Si te interesa, sigue leyendo…