Los abuelos de los nativos digitales

El otro día fui a hacer deporte por la tarde, y al entrar al recinto una mujer de unos sesenta años me abordó con cara de desesperación y un móvil de última generación en la mano. Me detuvo con mucha educación y con voz dulce me preguntó si le podría ayudar y sin dejarme responder, miró el móvil que yo estaba guardando en mi bolso y me dijo, sí, tú seguro que lo sabes.

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Me detuve con ella y me mostró la pantalla de su whatsapp mientras teníamos la siguiente conversación:

-Soy nueva con esto, mi hija está en Londres y me ha enviado muchas fotos, pero se ven como veladas, ¿ves?

Observé su pantalla y efectivamente se veían borrosas y con una señal de descarga. Le sonreí y le comenté que era normal porque era una opción para que no se descargaran automáticamente si tenía el 3G activado. Me miró como quien mira a un oráculo al que se admira pero que no se comprende, así que proseguí:

-Tiene que darle un toque aquí, eso es, y así se le irán descargando.

La mujer aproximó un dedo ligeramente tembloroso y fue descargando las fotos. No las vi todas pero calculé que tendría unas tres docenas por descargar. Luego, al presionar una foto unos segundos más, se quedó marcada y no pudo descargarla así que le expliqué de nuevo lo que tendría que hacer y le pedí que lo repitiera. Mientras lo hacía, me explicaba:

-Es que mi hija está en Londres y es la única forma de verla a ella y a mis nietos.

Noté que se le humedecían los ojos un poco, no sé si por la nostalgia o por la frustración de no haber descifrado qué hacer hasta ese momento porque llevaba varios días sin saber cómo actuar con esas imágenes borrosas.
-Muchas gracias y disculpa pero es que soy nueva en esto…
-No se preocupe, todos hemos sido nuevos en ello alguna vez.

Nos despedimos y mientras me alejaba vi cómo iba deslizando su dedo por el resto de fotos. En mi mente resonaban las últimas palabras que le dije para darle un poco de consuelo, eso de que todos hemos sido nuevos alguna vez en lo referente a la tecnología pero, ¿todos? ¿También los propios nietos de esa mujer?

Está claro que todos tenemos que aprender, pero a veces el aprendizaje se da a edades tan tempranas y sin un procedimiento formal que parece natural, casi consustancial al desarrollo de la persona y por eso a esa nueva generación (los nietos de esa mujer, por ejemplo) se les llama nativos digitales. Estas personas ya aprenden desde pequeños el código que señala cómo proceder con lo digital.

Un nativo digital nunca hubiera tenido los problemas de esa mujer porque al ver la señal de una flecha subrayada, el “velado” y el tipo de conexión en la pantalla, intuitivamente -aunque no lo hubiera usado nunca-, sabría que tocando “ahí”, podría descargar la fotografía. Es más, incluso la palabra “fotografía velada” que utilizó la mujer hace ver claramente que la fotografía digital para ella es una representación de la analógica que conoció durante décadas donde el revelado podía producir efectos similares. Desde luego, su nieto nativo digital puede que ni siquiera sepa en el futuro cómo explicar qué es un revelado y en qué consiste exactamente (sin acudir a Wikipedia, claro).

Hay algo que siempre me llama la atención de todo esto y es la energía que impulsa a personas mayores, ajenas a la tecnología, a emprender un camino que a veces les resulta muy complicado por diversos motivos. Ese motor es la necesidad de establecer y mantener los lazos con nuestros seres queridos. Eso es lo que siempre he visto que late tras las capas de la tecnología: nuestra esencia como personas, nuestras pasiones, miedos y aspiraciones. Lo bonito del trabajo de los que nos dedicamos a la tecnología en cualquier versión, según yo lo veo, es precisamente ayudar a conseguir acercarles esos objetivos. Aquella mujer me recordó lo satisfactorio del soporte técnico cuando se hace patente lo que hay detrás de la incidencia técnica, en el caso de esta mujer: mantener sus lazos afectivos y emocionales con sus seres queridos.

Image: ‘Mac baby :P’ – Found on flickrcc.net


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