Emprender por cuenta ajena

Desde hace una temporada la palabra “emprendedor” revolotea a nuestro alrededor, en todas sus vertientes. Hay talleres, conferencias, artículos, grupos, listas, foros, blogs… así que fue cuestión de tiempo tropezar con un tuit al respecto, y esta vez fue uno de Alfonso Alcántara en el que decía: “emprendedor es un autónomo con glamour”. Aquella afirmación me hizo reflexionar y poco después me sorprendí en la RAE para comprobar cómo se definen estos términos de forma académica:

  • Emprendedor/a: Que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas.
  • Emprender: Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.
  • Autónomo: Que trabaja por cuenta propia.

Aunque comprendo el sentido de la afirmación de aquel tuit y -en parte lo comparto-; también es verdad que, quizás, identificar la palabra emprendedor como un sinónimo tácito de autónomo (como trabajador por cuenta propia) puede limitar la fuerza del concepto.

La cuestión que me planteo es ¿se puede ser emprendedor por cuenta ajena? Bueno, a priori vemos que la propia RAE, con sus definiciones, no nos niega esa posibilidad. Basta con que un trabajador por cuenta ajena quiera realizar algo con resolución, enfrentándose quizás a condiciones difíciles o problemas.

Un emprendedor por cuenta ajena puede ser aquel empleado que se compromete con sus tareas más allá de lo exigido, que busca la innovación en sus métodos, que se adentra más allá de su zona de confort (sí, otra expresión de moda) y busca –por ejemplo- la excelencia en su trabajo diario. Emprender en busca de la excelencia, el compromiso, la innovación y todo con un esfuerzo dirigido sobre sus tareas diarias.

Un trabajador así suena a paraíso en el mundo laboral. Pero, ¿qué frena a esos posibles emprendedores por cuenta ajena? En mi opinión, no de los obstáculos del emprendedor por cuenta ajena es que su esfuerzo no se vea recompensado de ningún modo. A diferencia del emprendedor autónomo –que puede ver recompensada su lucha con la satisfacción de que su empresa salga adelante, de incrementar su imagen de marca y que los clientes aumenten su confianza en él y sus servicios/productos-, el emprendedor por cuenta ajena puede no ganar nada con el esfuerzo. Quizás sus logros no se vean recompensados, ni en su entorno laboral (socialmente), ni de forma económica, ni de ningún otro modo. Ese inconveniente es algo que añade dificultad a su “emprendimiento”. El emprendedor por cuenta ajena puede verse limitado, fundamentalmente en entornos en los que la proactividad no sea un valor añadido, ni algo esperado, ni considerado valioso.

Por otra parte, teniendo el respaldo y la seguridad de una nómina mensual, solo con cumplir estrictamente lo que se espera de uno por contrato, ¿qué alienta a ciertas personas a ir más allá? ¿Qué hace que una persona se desperece de lo habitual para encaramarse a lo novedoso? ¿Solo motiva emprender si se hace para uno mismo de forma autónoma?

Creo sinceramente que la motivación para emprender no surge únicamente de la autonomía en el proyecto empresarial. Pero sí es cierto que las empresas pueden motivar (o desmotivar) a sus empleados para el emprendimiento corporativo. Y de este punto se desprende la necesidad de buscar incentivos que espoleen la imaginación de esos empleados que pueden dar un paso más allá de lo esperado.

Y quizás ahí está el quid de la cuestión, en un ámbito como el actual en el los incentivos económicos son muy difíciles de otorgar, habrá que implementar otra clase de incentivos, intangibles y que puedan promover la proactividad de esos empleados a los que no les importaría emprender por cuenta ajena, pero que hasta ahora no encuentran suficiente motivación para hacerlo.


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