Eso es lo que me preguntó en su día el director general de una empresa en la primera entrevista que tuvimos tras contratarme. La verdad es que con la edad que tenía entonces su pregunta me chocó un poco porque si estaba allí con él era porque ya había decidido (años atrás) qué quería ser. O eso pensé en aquel momento. Pero, es cierto que es una pregunta crucial sin importar la edad a la que nos la formulen.
Seguro que todos hemos escuchado eso de que ahora a muchos profesionales les toca reinventarse, que hay que emprender, que las carreras profesionales no son como las de antaño en la que se permanecía en una empresa y simplemente se iba creciendo en ella, ahora somos los encargados de crear, mantener y desarrollar nuestra “empleabilidad”. Lo que hacemos hoy seguramente no lo hagamos mañana. Es más, ¿sabemos a qué nos vamos a dedicar de aquí a cinco, diez, quince años? Y no digamos si nos encontramos en “búsqueda activa de empleo”.
En este ambiente de flexibilidad, de cambios constantes, de diversificación de oportunidades, ¿cómo podemos elegir? ¿Cómo orientarnos? ¿Cómo seleccionar en qué especializarnos? ¿En qué reciclarnos? ¿Qué cursos elegir? ¿Qué máster hacer? ¿Qué tecnología debemos aprender? ¿Dónde está nuestro futuro? ¿Cómo saber si vamos a acertar? ¿Cómo tener la certeza de no equivocarnos y de no malgastar tiempo y dinero? ¿Cómo asegurarnos el futuro?
Las respuestas (correctas) a esas preguntas simplemente no existen. No tenemos la certeza de nada y, como siempre, elegir es renunciar. Si tomamos un camino no transitaremos otros porque nuestro tiempo es finito. Y confundirse o simplemente no estar en el momento adecuado en el sitio conveniente puede hacer que perdamos un tren que no volverá a pasar. Entonces, ¿cuál puede ser nuestra brújula? ¿No hay algún rastro que seguir?
En mi opinión, la aguja de nuestra brújula tiene que ser la respuesta a la pregunta de qué queremos ser de mayores. Solo sí sabemos qué queremos llegar a ser, cuál es nuestro destino, sabremos al menos por dónde está el camino, cuál es su trazado, qué calzado debemos llevar y qué nos podremos encontrar hasta llegar ahí. Por eso la pregunta de aquel gerente era crucial, porque da igual la edad que se tenga en el futuro siempre seremos mayores.
Y como lo anterior queda muy bien, pero es muy general, voy a poner un ejemplo. Imaginad que Alexandra trabaja como técnico de sistemas en una empresa. Ella considera que no tiene mucha proyección profesional en su puesto actual, y se plantea mejorar. ¿Pero cómo? Duda entre profundizar en Linux, en virtualización, en Big Data, en base de datos… Se siente perdida entre tantas opciones, y al final siente una cierta parálisis porque no sabe por qué decidirse y mientras el tiempo pasa…
La pregunta crucial que debería hacerse –en mi opinión-, es ¿qué quiero ser dentro de siete años? ¿Cómo me gustaría verme? ¿En qué trabajaría? ¿Cómo sería mi vida? Tras una reflexión serena y sosegada plasma por escrito su visión: le gustaría tener un puesto de alto nivel en el área de IT de una gran empresa y cuya responsabilidad principal fueran las bases de datos. Y Alexandra comienza a describir bien esa visión de sí misma siendo “mayor”.
Pues bien, Alenxandra ya tiene una hoja de ruta: ya podría empezar a descartar cursos, certificaciones y demás que no tuvieran que ver con esa aspiración y elegir otros que fueran cubriendo esas áreas. Ya tiene un proyecto, un camino que recorrer, un objetivo en mente. ¿Lo conseguiré? se pregunta mientras comienza a recorrerlo.
Desde luego no lo va a saber hasta que pase el tiempo. Pero pase lo que pase, lo que está claro es que al menos sabrá cómo intentarlo. Y al menos habrá vencido al primero de los inconvenientes de un mundo tan abierto y lleno de posibilidades: la eterna duda, porque sabrá qué elegir y el por qué de hacerlo.
Image: ‘Deciding Which Door to Choose 2’ – Found on flickrCC